Una vocación por la medicina, frustrada por razones económicas, la llevó a estudiar economía en Bahía Blanca. El año, 1974; el clima, cada vez más enrarecido, violento. Una redada el 11 de octubre, cinco días de detención a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional) y la ventaja de ser menor de edad, que acelera la libertad, cambian su historia.
Mientras algunos de los detenidos llegan a pasar ocho años presos, Alicia Miller vuelve a Roca y empieza a estudiar periodismo.
A 33 años de que el azar cronológico estuviera de su lado, Alicia Miller, pro-secretaria del diario Río Negro, fue entrevistada por “Leche”.
El periodismo no tendrá la facultad de curar como la medicina, pero puede pronosticar y diagnosticar.
De alguna manera después de muchos años pensé en eso, en esa casualidad. El periodismo me hace sentir que tengo la posibilidad de aliviar de alguna manera parte de los males sociales. Puede parecer utópico, pero tengo la firme convicción que el periodismo tiene la misión de aliviar los males sociales, creo que por eso tomé la carrera con tanta pasión.
¿Crees que el periodismo se está ocupando de los problemas de la gente?
Hay de todo, el periodismo tiene bastante para mirarse el ombligo. Hay una fuerte tendencia a banalizar la información. La concentración de los medios de comunicación, especialmente entre los audiovisuales, pero no sólo en ellos, produce un efecto terrible en cuanto la unificación de los discursos, la pérdida de la diversidad. En el periodismo y en la sociedad hay una pérdida de valores y un escaso coraje cívico. En épocas anteriores la convicción por las ideas ha llevado a personas a defenderlas aun a costa de tener sacrificios y pesares. Hoy vemos a muy poca gente que esté dispuesta jugársela por sus convicciones y por valores positivos hasta el punto de que le ocasiones algún perjuicio.
¿Coincidís con Fernando Ruiz (profesor de periodismo e investigador en el área de Comunicación) en que “cuando se degrada el periodismo se degrada la democracia”?
No sé qué se degrada primero. El periodismo es un servicio público en manos privadas, o generalmente privadas, que tiene un rol dentro del juego de las instituciones de la república como controlador de los poderes. Pero los periodistas se quedan en el cómodo papel de ser empleados, de cumplir órdenes, de ser haraganes, de no buscarse problemas o de priorizar su situación económica por sobre su obligación ciudadana. Esto hace que encontremos un periodismo pobre, que indudablemente tendrá un deterioro directo en la convivencia democrática.
¿Les falta rebeldía?
Yo diría iniciativa, autonomía intelectual, voluntad, un motor interior. Eso creo que les falta. Un periodista sin esa curiosidad, sin esa necesidad de querer ir más allá, de no conformarse con lo aparente, me parece que no cumple su rol. Veo en el diario y en otros medios que hay periodistas que se conforman con la rutina, que piensan cómo llenar el día sin causarse problemas. Y el periodismo es problemas, está muy vinculado al conflicto social. Siempre hay gente a favor y en contra, es muy probable que se cosechen opiniones adversas, pero un periodismo light, descafeinado, rutinizado que no afecte a nadie, que no moleste, es… es otra cosa, no es periodismo.
¿Cuánto influye es ello la situación laboral?
Tiene mucho que ver. La precarización es vista como un elemento que afecta a la libertad de expresión casi en el mismo nivel que la censura o las presiones económicas. Pero también creo que es muy fácil conformarse y elegir no hacer un periodismo valiente, ciudadano. Hay muchos periodistas que suponen que sus jefes van a estar e contra de algo y se autocensuran, no dan la batalla del diálogo, no pelean por la información. Es una batalla que se puede perder, pero que no hay que rehuir.
A pocos meses de cumplir 25 años en el diario, Alicia Miller reconoce entre sus trabajos más destacados una investigación sobre la tramitación ilegal de jubilaciones privilegiadas (realizada con Estela Jonquera) que terminó con casi una veintena de condenas penales para a ex legisladores y ex funcionarios. Menos suerte en la vía judicial, pero no menos repercusión, tuvo el trabajo sobre el vaciamiento del Banco Provincia de Río Negro.
La participación ciudadana a través de blogs o compartiendo material con los medios, ¿se debe a que el periodismo no supo cumplir ese rol?
La sociedad se ha vuelto muy compleja y si alguna vez los medios pensaron que eran los dueños de la información o los administradores, hoy eso ha quedado descartado. Surgen voces en las calles y también lo hacen en los medios. Además, este fenómeno está vinculado con los avances de la tecnología.
¿Cómo evaluás esa participación?
Creo que es sumamente valiosa. Los aportes de los lectores o ciudadanos han sido fundamentales. Si no se nutre de esas inquietudes, el periodista se enraquitiza. En todas las investigaciones que yo he hecho, ha habido un importante aporte de la gente. Ahora hay canales más explícitos de integración en ese flujo de intercambio de información.
¿Se han aguzado los mecanismos para cooptar periodistas o para callarlos?
Hay un gran problema. Por un lado está la concentración de medios, muchos de ellos en manos de empresarios con varios intereses económicos aparte de la comunicación. Aunque está en los periodistas aceptar o no las reglas, esto condiciona su tarea y el nivel y la orientación de la información que recibe la sociedad.
Por otro lado, esta el desmedido interés de algunos periodistas de hacerse unos pesos adicionales o de tener cierta notoriedad a través de la radio y la televisión. Son comunes los programas en los que el propio periodista contrata la publicidad con los empresarios. Esto es un condicionamiento muy grave para su independencia. Alguno lo podrá manejar sin ver afectada su profesionalidad o podrá poner un límite, pero es obvio que genera un conflicto de intereses. Eso sin hablar de la ilegalidad abierta de las coimas.
¿Qué otras cosas te avergüenzan del periodismo?
Los prejuicios y la falta de capacitación, creo que son tan graves como la falta de ética, porque son de alguna manera frenos que se trasladan en sus consecuencias a nuestra tarea pública. Algunos piensan que con el título les alcanza, y ese apenas es el comienzo del camino. En cuanto a los prejuicios, debemos tener una actitud de apertura y no creer que somos los dueños de una verdad suprema.
“Hace unos cuantos años quisieron coimearme, fue la única vez. Fue una sorpresa, no podía creer lo que escuchaba. Esta persona me dijo ‘yo sé que vos estás separada que tenés dos hijas chicas y tendrás necesidades, yo puedo contribuir a solucionarte los problemas económicos’. Obviamente lo próximo que dije fue salga de acá, no llegue ni a escuchar qué debía hacer a cambio”.
¿Tenés alguna cuenta pendiente en tu carrera?
Muchísimas. Entre ellas, hacer una tarea más periodística. Como pro-secretaria el trabajo es más de conducción, coordinación y edición. Me encantaría estar más en contacto con la gente, me gusta el conflicto, andar en la calle.
El periodismo me apasiona. He vivido todos los días mi tarea con muchísima felicidad, con satisfacción. Me permitió conocer mucho, me ha ampliado la mirada de manera notable.
Entrevista publicada en el número especial de Leche (Diciembre 2007)
viernes, 8 de febrero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario