¿Quién no tuvo en su casa un reloj de péndulo? Mmmnn, tal vez muchos no lo hayan tenido. Bueno, ¿quién no tuvo alguna vez un pariente o un amigo que tuviera un reloj de péndulo? Y… un huérfano sin amigos, por ejemplo. A ver si nos ponemos de acuerdo, ¿quién aunque sea una vez en la vida no vio, al menos de pasada, una película, nacional o extranjera, en la que, en segundo o tercer plano, se alcanzara a ver un reloj de péndulo?
Al fin nos entendemos. Y todo para contar que ese péndulo tiene antecesores de más de 360 años y que por ahí andaba nada menos que cierto personaje llamado Galileo Galilei.
Una calurosa tarde de agosto de 1641, Galileo, el mismo que fue perseguido por la iglesia, concibió el principio de las oscilaciones del péndulo.
Sus estudios fueron fundamentales para que otro (a veces pasa) desarrollara un proyecto que iba a cambiar radicalmente la forma de medir el tiempo.
La revolución de las agujas
Dieciséis años pasaron hasta que Christian Huygens finalmente construyó el primer reloj mecánico de péndulo y lo presentó ante el gobierno de Holanda. 1657 fue el año en el que tuvo lugar la revolución relojera.
Como se puede advertir a simple vista el péndulo es un sistema mecánico muy sencillo que se mueve con una frecuencia constante. Esta constancia la utilizó Christian Huygens para servir de referencia a los relojes.
La importancia del reloj de péndulo radica en que por primera vez en la historia, a mediados del siglo XVII, hubo un mecanismo para medir el tiempo con una precisión que permitía contabilizar los segundos.
Se especula que ya hacía cuatro siglos que una forma primitiva de estos mecanismos era construida, aunque sin la precisión que se alcanzó a partir del descubrimiento de Huygens.
En busca del tiempo total
En el revolucionario reloj de péndulo la energía de funcionamiento la proporcionaban unas pesas, el péndulo dejaba escapar un diente de una rueda cada vez que batía y giraba marcando el tiempo. El invento se popularizó en buena parte de Europa y por entonces apareció la segunda manecilla de los relojes que contaba los minutos.
La búsqueda de la precisión hizo que pudieran medirse con exactitud los 60 minutos de cada hora y hasta los 60 segundos de cada minuto. Con este mecanismo, se logró reducir a un minuto por semana la diferencia en las mediciones.
De esta forma, se acababan definitivamente las horas temporales, los cálculos a ojo y las excusas por las llegadas tarde, aunque, en rigor de verdad, éstas sobrevivieron a todas las épocas.
Holandés inquieto, Christian Huygens pasó horas sumergido en libros, viendo oscilar péndulos, haciendo cálculos, tallando lentes para telescopios. Aun antes de que la famosa manzana despertara en Isaac Newton la ley de la gravedad, el hombre-péndulo ya había encontrado cierta forma primitiva de tratar la gravedad como una aceleración basándose en trabajos anteriores de Hooke y Descartes.
Huygens plasmó sus estudios en tratados acerca de los péndulos y sus oscilaciones, que sirvieron para ahondar en el tema.
Reconocido como el creador de los relojes de péndulo y como un innovador en varios campos de la ciencia, en su honor la sonda de exploración de Titán la mayor luna de Saturno) llevó su nombre.
Lejos de Saturno, en esa casa en la que hay un reloj con un péndulo, vive un poco de Huygens, pero sólo un poco porque si frenás el péndulo (travesura infantil inevitable) las agujas seguirán girando. La modernidad trajo las pilas y el péndulo pasó a ser un elemento decorativo más en la estética del tiempo.
Nota publicada en la revista de joyas 18k (Diciembre 2007)
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